Traduciendo los sentimientos

martes, 27 de enero de 2015

EL LÁTIGO DE LA INDIFERENCIA

La aguja grande del reloj pasó de la hora en punto y se dejó caer sobre el minuto siguiente. Se abrió la puerta y sus ojos expectantes, en una cara sonrojada por la carrera, lo miraron. Él se limitó a seguir dormitando y ella pensó, con alivio, de que no se había percatado de su ínfimo retraso. Cuando despertó se acercó para darle un beso y su mirada helada la hizo retroceder. El rictus pintado en su boca la avisó de que algo no había ido bien. No valían excusas ni explicaciones, había llegado tarde. El silencio se impuso. Recogió sus libros y con una lágrima en los ojos abandonó la estancia. Se sintió indigna y abochornada. Lo había defraudado de nuevo.


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