Traduciendo los sentimientos

martes, 24 de mayo de 2016

ADÁN Y EVA

Mientras Iggy se emplea en enumerar todas las bellezas de Siracusa y las hormigas voladoras, cautivadas, se arremolinan alrededor de mi taza humeante. Mis ojos brillan de amor y miran a través de la montaña ennegrecida por la noche. La luna trata de hacerse un hueco al lado de la farola y mientras la miro pienso que es tan persistente esa luna, que muchos recuerdos diferentes pasan por mi mente, como las páginas de un libro.
 Los recuerdos que forman nuestra vida y que a veces, son responsables de nuestra muerte.
Quiero reunirme contigo en un lugar del Universo donde ambos estemos libres de recuerdos, vírgenes de sentimientos y  pensamientos, sin heridas; inocentes en el amplio sentido de la palabra, inocentes y puros.
Quiero bañarme en tu mirada cristalina y que tú te sumerjas en los míos, como Adán y Eva, desnudos y asombrados de su desnudez, sin huellas, sin memoria, sin heridas ni cicatrices. Como cuando tú y yo nos amamos, del mismo modo que cuando en ese éxtasis infinito, tu cuerpo y el mío se funden dejando que la energía del Universo nos atraviese. Entonces somos indivisibles, valientes, fuertes y etéreos, entonces carecemos de cuerpo físico y de ese modo podemos volar, como esta hormiga que ha perdido su centro de gravedad y gira incansable sobre el folio al ritmo de la música.
Mientras me amas y nos dejamos mecer por el presente, siento que transcendemos todas las vidas para encontrarnos de nuevo en ese punto original en el que sin memoria ni suturas, corríamos descalzos y desnudos tras una manzana.

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