Ríen y charlan distendidamente, contándose sus cosas, haciendo chistes de las noticias absurdas que salen una y otra vez en algunos programas de televisión. Mientras tanto, y aunque ellos piensen que yo ando distraída y en mi mundo, los observo: sus gestos, sus ojos, el ondulado del pelo de ella, el corte de pelo de ellos, su barba, si su expresión es de cansancio, si por el contrario su piel luce sana, sus tatuajes, si están más delgados, si tienen alguna queja, si están indignados con la época, el movimiento de sus manos y sobre todo, escudriño para sentir su estado de ánimo. Les pregunto y siempre dicen que están bien, que todo va bien y mientras lo dicen sigo haciendo el análisis, examinando sus gestos, la mueca en sus bocas, el brillo de sus miradas, la intensidad de su afirmaciones. Luego, cuando se han ido, la casa se queda en absoluto silencio e imagino que como en unos tiempos no tan lejanos, duermen apaciblemente la siesta.
Esta casa, que no ha dejado de ser un lugar acogedor pero transitorio, está hoy más llena de recuerdos que nunca, bueno, no más llena pero los recuerdos que se materializan en objetos ocupan hoy un área más pequeña, ya que todos están concentrados en cajas dentro de la habitación que me ha servido estos años como morada y aposento. Una habitación que me ha visto triste, eufórica, preocupada, pletórica, nerviosa, bella, crispada, tranquila, impaciente, cansada y como no, dormida.
Me voy, he de irme. El destino así lo ha querido y yo lo doy por bienvenido y lo acojo con la sonrisa que da la certeza de saber que algo ahí fuera es para ti, que algo bueno te espera.
Siempre un cambio trae algo bueno, se puede leer en los tratados de filosofía oriental.
A mi me gusta mi nuevo destino, hay mar y el arcoiris promete salir muchos días, sin embargo, como no todo se puede tener y como el hombre por naturaleza es un perfecto insatisfecho( y la mujer también)... sin embargo, decía, partiré sola aunque no me sentiré sola.
Estos pequeños seres que se gestaron en mi vientre hace ya... buf, un cuarto de siglo, se quedarán aquí, claro, donde está su vida, su trabajo, sus amigos, sus inquietudes, esperanzas y desvelos. Me iré sola pero me los llevaré conmigo en forma de bellos pensamientos y pequeños objetos: los muñecos agazapados en el interior de un huevo de fina lámina cubierta de chocolate, de obligada aparición en los días de Reyes, la pulserita que les pusieron al nacer, donde reza su peso y la fecha de nacimiento, la pinza que sirvió para que sus ombligos cicatrizaran adecuedamente, fotos, dibujos, olores, melodías y muchas viviencias.
Cómo suele ocurrir, coincide que el camino fácil no es el satisfactorio para los sentidos, para mi, esta insatisfación convierte el sendero en complicado.
Da la casualidad que las decisiones importantes no suelen ser sencillas o son tan sencillas y evidentes que nos parece que hay trampa, para dudar y así suspender en la vida.
No se si aprobado o sobresaliente, no se si en algún escalón intermedio pero amo vivir y por muchos senderos fáciles que aparecieran, me sentaría un momento en el medio de la encrucijada y atendería sin dudar a aquellos pensamientos que nacen en mi corazón para optar por el camino que le ofrezca paz, que abra una sonrisa amplia en mis labios.
No se si el legado que dejaré a mis hijos será bien acogido por ellos:
Dinero... ¡imposible!
Sabiduría... tienen que observar y vivir para adquirirla.
El legado que puedo ofrecerles se basa en las siguientes premisas:
La libertad del corazón, la música de las palabras, el temor del prudente, la valentía del intrépido, del que no quiere conformarse. Siempre he querido transmitirles la importancia de tener un sueño, para que pueda cumplirse. No hay sueños si antes no se entretejen día tras día y con cada movimiento, cada actividad y cada sentimiento. El sueño se va esculpiendo para que la esencia de la vida tenga una imagen real de lo que deseamos ¿cómo si no se puede alcanzar nada?
El legado, hijos mios es:
Bajate de la noria si no te gusta su movimiento, no te quedes por miedo a que te juzguen.
Súbete a una nube y enamórate de su color, de su suavidad y de lo etéreo de su devenir en el firmamento.
Levántate por la mañana y prolonga el sueño nocturno, plásmalo en tus ojos para que se refleje en la luz del día y te lo devuelva cargado del esplendor que dan los colores de la naturaleza.
Enamórate y recárgate de la energía que es única y especial, la que hace girar al universo.
Desde esta tribuna de la que me aprovecho para unir las palabras de la forma que me gusta os digo hijos:
Siempre estaré. No hará falta que pronunciéis una sílaba. Mamá escucha aún cuando el progreso ruge y devora.
Esta noche, le tocó a ellos, mis hijos a los que he intentado educar para que sean personas, sensatas, sinceras, humanas y sensibles.
Porque os quiero mucho, vaya hoy este legado para vosotros.
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