Traduciendo los sentimientos

lunes, 28 de noviembre de 2011

LUCHANDO CON STREPTOCOCOS , ESTAFILOCOCOS Y TODA LA PATULEA

No hay nada como tener la cabeza despejada, tu cabeza, la de todos los días, la que te acompaña trayendo y llevando mil pensamientos distintos y solapados, la que puede con todo, la que inventa y memoriza, la que se queda con los detalles sin saberlo, la que olvida lo más obvio, la que se expresa, la que siente, la que se atropella en los momentos más inoportunos, la que se enfrasca en una melodía y no deja paso a ninguna otra durante todo el tiempo que esté antojada en tararearla, la que te juega malas pasadas en los momentos de soledad, la que de manera eufórica ordena las palabras y las trenza para relatar un suceso divertido...
Estos días llegó una visita inesperada y microscópica, buscó un sitio en mi cuerpo y se acomodó. Tanto se acomodó que el cuerpo extrañado por el asentamiento de lo ajeno, protestó por ello y harto de que el microbio no le hiciera caso empezó a preparar la artillería, ahí es cuando me di cuenta de que tenía visita. El calor extremo y la velocidad a que galopaba mi sangre me hizo entender que estaba sufriendo un proceso invasivo nada deseable , la fiebre y el malestar se apoderaron de mi de tal modo que dejé de ser yo para ser un cuerpo derrumbado sobre un sofá, con la cabeza abombada y la garganta perforada por millares de pequeñas dagas. Era muy evidente que esa canalla había tenido tiempo bastante para hacerse con un sitio privilegiado desde donde poder controlar sus huestes pero hete aquí que yo también sé manejar las armas y enfrascadas ambas en una guerra de guerrillas, ayudada yo, menos mal, por aquel hongo(o similar) que Fleming descubriera por casualidad en su tiempo, vencí después de unos  días agotadores.
No recordaba un episodio así desde que tenía siete años, cuando acosaba el sarampión, la varicela y mis amígdalas, inexistentes hoy, aparecían en la garganta inflamadas y purulentas.
 ¡Dios! si volver a la infancia significa pasar por estos tragos....me quedo con mis arrugas circundando mi boca y mis ojos, me quedo con mi canción ochentera que me delata y con los guateques que pasaron a mejor vida en pro de la botellona.


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