Traduciendo los sentimientos

martes, 15 de noviembre de 2011

SU MIRADA. MI VISIÓN

Cuando fui a la Universidad ni siquiera supe porqué lo hacía ni a qué me iba a dedicar luego. Tuvo a bien el destino, y por algo será, ponerme delante de los adolescentes y así lo acepté. Con mucha ternura llegué hasta los corazones más desconfiados, con un poco de pericia puse de mi parte a los "chulitos" y así han pasado los años...y qué deprisa pasan (...si fueran años luz...)
De manera deliberada y con conciencia de lo que hacía, elegí este curso un grupo de niños y niñas con ciertas discapacidades, físicas, psíquicas y emocionales, porque pensé que yo tenía mucho que aprender de ellos. Los días han transcurrido y ahí estoy codo a codo con ellos. Mientras todo va bien...¡todo va bien! El problema se presenta cuando de pronto un día entras y los encuentras diferentes: más sensibles, más revoltosos, más violentos, más desobedientes...¿Qué hacer entonces? ¿Cómo tratarlos? ¿Tal vez reñirles? ¿Mimarlos?
No son como los demás, bajo ningún concepto lo son, sin embargo, yo soy la misma para unos y otros, soy la misma y soy limitada, nadie me ha enseñado, no conozco las pautas. En estas ocasiones tengo que arriesgarme y confiar en que mi sentido común no sea tan común y sea capaz de abarcar lo incomprensible para mi corta mente que en esos casos es la más corta de entre todas las personas que allí estamos.
Son libres, dicen lo que sienten cuando lo sienten, no conocen la diplomacia y ni falta que les hace. Lloran si así lo dictan sus emociones y dejan que una carcajada deje la explicación en un segundo plano si así lo sienten, provocando que el resto se contagie de la risa. La única que no sabe reír como ellos soy yo, porque estoy en otro mundo, el coherente, el cuerdo, y me apeno en esos momentos por ello, por no saber como llegar a sus corazones en esos momentos en que la situación los desborda y dejan de ser parte de la masa para ser quienes son: únicos, especiales e irrepetibles.

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