Traduciendo los sentimientos

miércoles, 19 de diciembre de 2012

AZULES Y ROSAS

Según me acercaba a casa, allí donde dos picos montañosos están unidos por una suave curva, el cielo empezó a brotar de entre la niebla que hasta ahora me había acompañado.
La paleta de color se limitaba al rosa y al azul pero mezclados de tal modo y difuminados con tanta esquisitez que ellos solos se bastaban. La naturaleza terrena se encargó del resto: El suelo vestido de los verdes de las olivas y las lechugas y la tierra oscura y fértil. El naranja de un sol adormilado que se despedía lentamente puso el broche de oro al final del trayecto.
Antes de que el sol se despidiera, hice lo propio con la bruma que quedó atrás y sonreí saludando a lo que esta por venir.
Un cielo cuajado de estrellas se asoma ahora por mi ventana y me mira. ¡Qué raro, siempre había sido al contrario!
He podido ver como el lucero me hacía una seña recordándome que el tiempo de compartir está muy próximo y que le debo una visita. Le he sonreído, claro, como no sonreír ante tanta grandeza.
A cambio le he dado mi palabra de enjugar, cada noche, mis ojos en su belleza.

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