Traduciendo los sentimientos

viernes, 1 de febrero de 2013

UNA DE CAL, UNA DE ARENA

Hace una tarde preciosa para correr descalzos por la playa. Mientras sentada en la arena construyo un castillo imaginario, te acercas arrastrando los pies expresándome con tu media lengua, una queja. Una lágrima, única e inmensa, resbala por tu mejilla y con tu puñito cerrado intentas detenerla. Te miro y te sonrío para  infundirte paz, para que entiendas que no pasa nada, que son bromas entre hermanos. Mientras te tranquilizo acariciándote, con la otra mano les hago a ellos un ademán de reprenderlos. 
Tu hermana, con su pelo multicolor en movimiento, me mira con resentimiento, expresando su malestar porque siempre escucho tus quejas. Tu hermano abandona el juego por un momento para buscar conchas minúsculas perdidas entre la arena.
 Hace una tarde preciosa para ver como el sol se recuesta sobre el agua, anaranjado y espléndido; para observar al buscador de metales, mientras la brisa nos despeina y el salitre se va apoderando de nuestra piel. Desde aquí sentada puedo veros y escucharos por encima del rugido de las olas. Cae la tarde y os abrazo. He descubierto hace poco cuan largos son mis brazos que me permiten abrazar sin medida y sin espacio.

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