Traduciendo los sentimientos

domingo, 22 de junio de 2014

VIVE Y DEJA MORIR

Un hombre corría, a lo lejos, sobre un camino de tierra amarilla. A ambos lados de la carretera unas matas más que secas contrastaban con el color verde de su camiseta. Corría y corría sin mirar atrás, sin saber que muchos ojos lo observaban, desde sus terrazas, desde el parque, desde la avenida.
Por qué correrá, era la pregunta que todos se hacían y no porque les importara mucho aquel hombre, solo lo hacían por tener algo de que hablar, alguna vida de la que ser partícipes.
El hombre se iba empequeñeciendo hasta desaparecer totalmente de la vista de aquellos que aburridos, volvieron a sus tareas.
Unos días más tarde,  una noticia inundó las portadas de la prensa digital:
Un hombre vestido de verde que corría entre la hojarasca había desaparecido.No había fotografía que mostrar porque nadie lo conocía.
Todos se preguntaron, desde sus terrazas, avenidas y azoteas, quién habría entonces denunciado su desaparición.
Unos años más tarde, un hombre corría por el mismo lugar, a la misma hora y con el mismo atuendo. Los vecinos, más aburridos que antaño, más gruñones y más viejos, reconocieron en su movimiento al hombre desaparecido. Se reunieron, especularon y decidieron perseguirlo. En un viejo coche de matricula con dos letras, cinco hombres con agallas recorrieron la distancia de su casa hasta el camino y una vez allí aminoraron la marcha para no ser escuchados. Desde lejos seguían viendo al hombre correr, incansable, empequeñeciéndose por la distancia, no podían permitir que desapareciera. Aceleraron sin importarles el rugido que emitía el tubo de escape, al hombre de verde no pareció importarle tampoco. Lo adelantaron y bloquearon con su coche el camino.
El corredor traspasó sus cuerpos y la chapa metalizada del vehículo y siguió corriendo entre las matas secas.

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