Traduciendo los sentimientos

jueves, 7 de mayo de 2015

IMPRESIÓN

Despreocupada y feliz, posaba recostada sobre la barandilla, delante, todos los cañones apuntaban a su cuerpo, detrás, impetuoso, el mar.
Su boca insinuando un beso y sus ojos, como una tea, incendiando el cuerpo de su fotógrafo particular.
Aunque posaba parecía relajada, natural. Su pierna derecha levemente adelantada respecto a la izquierda, una mano en su bolsillo y la otra sujetando su pelo. Su cabeza, ligeramente inclinada hacia un lado.
La bala en su trayectoria curva y la onda luminosa del flash impactaron al unísono contra su rostro risueño.
La cámara inmortalizó el momento en que se desbarató el beso de sus labios cubriéndose repentinamente de escarlata.

Sabía que vendría y la esperé, le gustaba demasiado este lugar, dijo el hombre mientras entregaba sus muñecas a los grilletes, se sentía Agustina de Aragón en mitad de la bahía. Era una zorra. Ojalá todos los cañones hubieran vomitado su furia contra ella el día que decidió dejarme, merecía algo fastuoso y no esta vulgar pistola.

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