
Faltaba poco para que el potente tronco emergiera, sosteniendo a una majestuosa copa de follaje frondoso con hojas de un verde inimitable. Allí, en lo más alto, desde donde podrían divisar el cielo, el mar y la tierra, se tumbarían cada tarde sin miedo a que nada ni nadie pudiera sacudir los cimientos de su casa construida a base de amor y paciencia.
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