Traduciendo los sentimientos

lunes, 20 de diciembre de 2010

EL SEÑOR DEL RECICLAJE

Lo primero que hay que decir es que Don Agustín no padece el síndrome de Diógenes y que su pasión por acumular y guardar cosas no tiene nada que ver con un trastorno senil ni mucho menos, su interés reside en el aprovechamiento de los objetos de todo tipo dándole una utilidad que no por todas las cabezas pasa.
En su casa es raro que entre un albañil, un pintor o un carpintero ya que él se las ingenia para hacer muchas de las reparaciones, poco a poco y con esmero.
De no haber nacido en 1932, igual no hubiera tenido que trabajar tan pronto y seguramente, seguramente, hubiera sido una figura destacada en el mundo de la ciencia y la técnica, porque él, todas las cuentas las hace más pronto que nadie y lo mismo arregla una batidora que pinta un cuadro.
Cuando éramos pequeños lo esperábamos sentados en el balcón en los meses de verano, con las piernas colgando por fuera de las rejas. Apuntábamos con entusiasmo,día a día , las matrículas de los coches que empezaban a pasar por la calle a partir de las dos menos cuarto. El reto era ver quién era mas rápido apuntando. Repititivamente las matrículas aparecían en nuestra libreta porque cada día eran los mismos coches lo que pasaban. No elegíamos esa hora casualmente, era la hora a la que los trabajadores de la Corchera Extremeña terminaban su jornada de mañana. El divertimento concluía cuando aparecía un Seat 850 color verde aceituna, cuya matrícula estaba compuesta por cuatros, ceros y nueves, hace tanto tiempo ya, que el número aparece emborronado en mi memoria (¿40494?)
Luego mi padre subía las escaleras y al abrir la puerta se llenaba todo de un olor limpio, a jabón Palmolive, que utilizaba para quitarse el hollín que deja el polvo del corcho molido, que ennegrece la piel y las vísceras. En el pasillo, un beso y una gran sonrisa.
Al señor del reciclaje le encanta la naturaleza, sentarse cerca de un río, tirar las cañas y pacientemente esperar perdido en su silencios, silencios que se prolongan eternamente cuando algo, no muy bueno, le está rondando por la cabeza.
Hoy es su cumpleaños, el tercero de seis hermanos, hijo de José y María. De su infancia cuenta cuando iba a recoger el brasero de la maestra y cómo, junto con sus compañeros, se sentaba en cualquier acera para calentarse antes de llevarlo a los pies de la docente, recuerda que a los nueve años empezó a trabajar en el campo y cómo se impresionó cuando una tarde de tormenta una rayo fulminó la vida de la burra y de su hijo que se cobijaba bajo su panza. Cuenta cómo empleó el primer dinero que cobró en comprar un buen trozo de queso viejo y presume de los pantalones que su madre le hacía para salir de aventura los domingos.
Cómo es muy serio para las cosas serias, algunas personas nunca se han esmerado en conocer lo que alberga en su corazón guiándose sólo por la cara externa que a veces muestra pero yo sé porque lo he vivido que es un hombre compasivo y generoso, recuerdo las cosas importantes que ha hecho por las personas en los momentos difíciles y cada día escucho de su voz la frase más altruista que nunca he escuchado en la que se comprometía a trabajar mientras sus manos estuvieran sanas para que nosotros, sus hijos, pudiéramos tener mejor vida que la que le tocó vivir en su juventud. Mi gratitud y mi amor por él me dictan estas palabras.

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