Traduciendo los sentimientos

martes, 22 de febrero de 2011

RUIDOS Y MELODÍAS

Había un pequeño ratón en su cocina, uno de esos blanquitos que parecen haberse escapado de un laboratorio. Hasta ese instante siempre había pensado que si se encontrara con un ratón de frente y tan cercano como aquel estaba, sentiría repugnancia, o inquietud, sin embargo, ahora que estaba frente a él y que no parecía evidenciar que ella estaba tan cerca experimentó hacia él un sentimiento tierno que la hizo sonreír. Siempre había pensado que ante una visión semejante saldría corriendo a coger algún utensilio que le permitiera aniquilarlo sin piedad, pero no fue así, por el contrario fue tranquila y confiada hacia la despensa para coger un paquete de cereales, dudó entre los normales y los que estaban cubiertos con chocolate así que decidió poner un poco de cada uno. Volcó ligeramente sobre su mano primero un envase y luego otro y utilizando unos papelillos de hacer magdalenas como improvisado comedero los apiló dejándolos cuidadosamente sobre el suelo. Se quedó allí, inmóvil esperando la reacción del ratoncillo pero él, no supo si por desconfianza o porque no sentía hambre, no hizo nada por acercarse.
Después de un rato de observación mutua el ratón decidió avanzar con sigilo.
Le hacía gracia ver como daba pequeños pasitos rápidos y se escondía detrás de la pata de la mesa de la cocina, era increíble ver como ocultaba todo su cuerpo detrás de esa estrecha superficie, ni siquiera la puntita de la cola se veía. Ella por su parte también utilizaba el camuflaje en otro sentido, entonaba una canción con voz queda, para que él no se percatase de que estaba siendo vigilado, aunque su cuerpo estaba prácticamente en el mismo sitio sus manos cambiaban de postura, queriendo simular que hacía sus cosas y que no estaba pendiente para nada del ratón.
Después, él daba unos pasitos más y venía a colocarse detrás de la silla más cercana al lugar que ella ocupaba. Estaba emocionada y deseando ver como arrimaba el hociquito, alargado y en continuo movimiento, a tan suculento manjar, en el colmo de la ansiedad por querer que ese hecho se llevara a cabo, dejó caer un cucharon de acero inoxidable sobre el fregadero, por accidente. Su corazón se encogió al pensar que habría huido despavorido ante tamaño desastre, sin embargo, al girarse para comprobarlo, ahí estaba, en el mismo lugar, sin haberse inmutado en absoluto. Eso le hizo pensar que no era la primera casa que visitaba y que estaba acostumbrado al estruendo, así que dejó de tomar tantas precauciones y mientras seguía observándolo se movía por la cocina con soltura, secando las cucharas, colocando las cacerolas en su sitio y apilando los platos en las estanterías correspondientes. A todo esto el pequeño ratón ya se había acercado al manjar servido y movía los bigotes con inquietud de la misma forma que lo hacía con su cola. Mordisqueó una bolita de chocolate ¡qué goloso el ratoncito! y se paró unos segundos para seguir comiendo después de haberlo degustado con calma.
En vista de que esto iba para largo, ella acercó una silla a la mesa y encendió la radio, sonaba una canción de Nancy Sinatra "Estas botas son para caminar", empezó a mover los pies al ritmo de la música al tiempo que con los dedos de una mano soltaba una uva negra de un racimo que reposaba sobre el frutero, la mordió levemente como hiciera el ratón con la bola del cereal chocolateado y lo miró de nuevo, entonces se fijó en algo curioso, las orejas del animalito iban hacia atrás y hacia adelante capturando las notas musicales, parecía inquieto pero en absoluto tenía pinta de huir, más bien buscaba en el aire el lugar de donde provenían las notas. Le llamó mucho la atención ese comportamiento porque desde que entrara en la cocina le había visto mover los bigotes, la cola y su cuerpecillo pero¡ las orejas! ni siquiera se inmutó con el estruendo del cucharón.
Tenía que hacer una prueba aunque en el fondo le pareciera cruel el experimento, apagó la radio, cogió del cajón un montón de cucharillas de café y las dejó caer sobre el fregadero, no quería estropear su suelo rosado y pulido. No lo hizo de forma instantánea y sincronizada. A propósito dejo caer una tanda, luego otra y por último la tercera, en el intervalo entre ellas, observó al huésped blanco y como se temía así ocurrió, sus orejas estaban inmóviles y su inquietud había desaparecido. ¿Es que no escuchó el ruido tan espantoso que casi la deja sorda a ella? se acercó a él y vio que sólo levantó los ojos cuando sus zapatillas voluminosas prácticamente lo acorralaron, pero no huyó.
Ella volvió sobre sus pasos y de nuevo puso la radio, esta vez le tocó el turno a los Rolling Stones, " Satisfaction", el ratón con sus orejas inquietas abandonó el comedero vacío y se acercó al lugar de donde provenía la música, trepó hasta el asiento de la silla y de ahí saltó a la encimera, se colocó delante del aparato que sonaba sin parar y se acurrucó feliz para disponerse a echar una siesta. Ella que no podía dar crédito a lo que veía, salió sigilosa de la cocina para no molestarlo en su reposo, antes se aseguró de poner una buena emisora para que al pequeño visitante no le faltara la música mientras estuviera en su casa.

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