Traduciendo los sentimientos

jueves, 22 de diciembre de 2011

LO QUE ME DAS


Y Corina miró el reloj con ojos dormilones y vio que eran las ocho y cuarto, aún podía quedarse un rato más entre las sábanas calentitas...se estiró como un gato juguetón mientras su mente saltaba, ya no tejados, sino ciudades de paisaje variopinto. Atravesó un puente semicircular y se paró para ver el color y la profundidad de las aguas, en sus desvaríos de persona ensoñadora y hoy también somnolienta no supo si se trataba del Guadiana, del Segura o del Guadalquivir...por un momento se detuvo, buscando tal vez un detalle definitivo pero en un segundo cambió de opinión ¿qué más da al fin y al cabo, correr por una ciudad u otra cuando el objetivo es la vida?
Sacó un pie y el frío de la mañana le hizo devolverlo de nuevo al interior de la cueva mullida y calentita que era su cama. Después estiró la mano y sin mirar, cogió unos calcetines del cajón, unos largos que parecían las medias de la guardia real inglesa, su mano y su pie se encontraron y en pocos segundos aparecieron en sus piernas con decisión y carácter, ajustados sobre su pantorilla, se calzó las zapatillas violeta con motivos astrales en amarillo y se dispuso a comenzar el día.
No había dejado aún de bostezar cuando sintió un ruido peculiar en el exterior, un tintineo de cascabeles. Se asomó por entre los visillos y pudo ver un vehículo no habitual en la calle, tenía un color cereza precioso y refulgía con el sol hasta el punto de tener que utilizar su mano como visera. Se quedó aún un rato para ver quien bajaba de tan flamante auto, pero no vio a nadie.
 Fue a la cocina y preparó un té con leche. Sobre la encimera esperaban las verduras a las que prometió, la noche anterior, cocinar en forma de rico pisto o tal vez a modo de zarangollo murciano.
Percibió de nuevo el sonido de los cascabeles pero justo entonces se dio cuenta de que el sonido procedía de su pecho. Puso la mano sobre su corazón y sintió un movimiento ondulante imprimiéndole una euforia especial, maravillosa.
En ese instante tocaron al llamador de bronce con energía.
Corrió a abrir la puerta pero no había nadie, al dar un paso adelante para asomarse a la calle sus zapatillas tropezaron con algo.
Allí sobre la alfombra de bienvenida había una bolsa de papel rojo, se asomó a su interior curiosa y vio unas cajas pequeñas en su interior. Allí mismo, agachada con la puerta abierta y en medio de la corriente, las fue abriendo: la primera contenía música, pero no era la típica cajita musical en la que sonara una repetida y sencilla canción. Notas de distintas culturas y diferentes tiempos se entremezclaban en graves y agudos, se dio cuenta enseguida de que si la giraba y paraba de pronto, sonaba aquella canción en la que estaba pensando, mientras una melodía preferida sonaba, extrajo la segunda caja, de allí salieron letras que en el aire se enlazaban componiendo frases preciosas, frases que acababan recitando un poema, un relato o una novela de caballería, de amor, de misterio o de espiritualidad, todo podía componerse cuando se abría la tapa de la caja. Mientras un bello poema se enredaba en la música optó por abrir la tercera y entonces, un exquisito aroma inundó su pituitaria,  aquella caja tenía la propiedad de componer los platos más deliciosos, ya fueran dulces o salados, combinar los sabores y mezclar las especias. Mientras degustaba un bombon de chocolate relleno de  licor de naranja , intentó abrir la cuarta caja pero no fue capaz. En cuclillas desde hacía tanto rato tenía las piernas frías y doloridas, sin embargo, no cejó en su intento de abrirla. Al escuchar una voz varonil y cálida levantó los ojos: No te esfuerces, mañana se habrá abierto sola.
Lo miró con ojos interrogantes y supo que los cascabeles se debían a su presencia, también el color rojo cereza brillante en la calle. Él la obsequió con una sonrisa amplia como respuesta.
Entraron en la casa, la música, el aroma y los poemas entraron primero para envolverlos después. Él la atrajo hacia sí y con sus besos devolvió el calor a su cuerpo aterido del frío de diciembre.
A media noche, cuando ambos dormían abrazados la cuarta caja se abrió, no contenía nada, ellos la llenaron con la esencia de su amor.
Al despertar la fragancia se extendía por toda la casa.
¿Qué es? le preguntó ella.
Es todo lo que sentimos y que nunca podremos expresar con palabras.

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