Traduciendo los sentimientos

martes, 12 de junio de 2012

FRENTE A FRENTE

Iba yo, como cada tarde, paseando con mi perro Taburete cuando me percaté después de él, que para eso tiene un instinto básico admirable, de que un gato estaba sentado en una puerta en la cera frente a la que paseábamos.
Qué calor hacía y cómo tiraba Taburete de la correa, yo ya me estaba hartando un poco porque este perro no tiene freno y yo ya no estoy para trotes.
Cuando lo vi, acelerado, con la lengua que parecía una babucha moruna y el pelo del lomo erizado ya me olí el desenlace.
Quieto, quieto, le dije con la voz templada y recortando la distancia entre mi mano y su cuello. El gato, el puñetero, parecía que se estaba riendo de la situación, riéndose de mi perro, con lo "echao palante" que es él.
Quieto bonito, quieto, y cuanto más me empleaba en mantenerlo tranquilo, más se relamía el gato, yo diría que se relamía con codicia pero ¿no es este un sentimiento humano?
Tanto tiró Taburete que acabó partiendo la correa justo por donde se cerraba y ajustaba la hebilla, casi me caigo para atrás al liberarme de los doce kilos del can.
No se me ocurrió más que taparme los ojos como cuando veía una película de miedo, con los dedos entreabiertos, para no perder detalle.
El gato salto como si fuera un ninja y desapareció por unos segundos para reaparecer de nuevo sobre el lomo de mi perrito. Ay, si parece que me arañaba a mi la espalda, que desgarro sentí en mi interior al ver como Taburete chillaba de dolor. No contento aún el gato, volvió a hacer una pirueta que parecía ensayada y fue a colocarse delante, arañándole el hocico de lunares. A punto estuvo de sacarle un ojo.
No se como fue pero un huracán de juventud salió de mi cuerpo y me vi situada entre el perro y el gato, con los brazos en jarra sobre las caderas en un ademán de ahuyentar al minino, que hacía caso omiso a mi gesto. Quiso Dios que mi alergia primaveral se hiciera patente en ese mismo instante. La nariz empezó a crecer, o esa era mi sensación y los ojos me picaban como si hubiese cambiado el colirio por wasabi...
ah ah ah attttchissss.
Cuando abrí los ojos de nuevo el gato no estaba. Taburete estaba ausente, con la vista perdida. Miré en la dirección que sus ojos me indican y allí, sobre la luna, estaba el gato con cara de poker, La cola colgando por un lado y la cabeza entre las patas.
Nunca pensé en hacerle daño al animal pero el estornudo fue providencial. Taburete saldó la tarde con el lomo sangrante en tres puntos y un párpado rajado.
Tranquilízate bonito, mañana no iremos por el mismo sitio que no voy a permitir que un gato se ría de ti ¡Cómo han cambiado las cosas!

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