Traduciendo los sentimientos

jueves, 12 de enero de 2012

ENTRE OLIVOS Y LECHUGAS

Te esperaba en la puerta y te vi llegar a lo lejos, tus pasos traían el peso de las horas sin sol. Entre tus manos recién lavadas cogiste las mías y las llevaste a tu boca. Me lancé de cabeza a tu abrazo y temiendo mancharme te entregaste sólo a medias. Quise despejar tu cabeza de esa gorra y perder mis dedos en tu cabello, acariciar el filo de tu oreja y deslizarlos lentamente por tu cuello. ¡Luego!, me dijiste sin palabras y sólo tuve que esperar el tiempo de que te encontraras cómodo en tu atuendo, tu calzado y tu piel de persona que gusta disfrutar su tiempo. Caminamos por un sendero flanqueado por olivos y naranjos, al fondo, las lechugas mostraban orgullosas sus primeras hojas flexibles y de un verde virginal, para cuando nos sentamos alrededor de aquella mesa hecha de troncos, la sed y el hambre nos habían invadido. La cesta, repleta, quedó olvidada mientras uno a uno nos regalamos los besos atesorados en las horas de traje azul metálico, de tizas y encerados

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