Traduciendo los sentimientos

martes, 10 de enero de 2012

LA ÚLTIMA CENA

Ataviados con ropa elegante y veraniega recorrieron la ciudad aquella tarde de verano, aún hacía calor cuando enfilaron la avenida principal,  poco a poco la brisa fue adueñándose de la noche y del cabello de Eloise.
Eligieron sentarse fuera, en un velador próximo a una enredadera de bouganvillas anaranjadas.
Antoine estaba exultante, pletórico al poder mirarse en los ojos de Eloise, al sentirse prematuramente ganador de una noche de caricias y arrumacos. Jamás hubiera podido imaginar que mientras por su mente volaban estos pensamientos, los motivos que les habían llevado hasta allí eran totalmente diferentes.
Ella se dejaba acariciar por la brisa de la noche de verano, sensación de libertad que la incitaba a acariciar mentalmente sus tan ansiadas alas. Antoine, sin embargo, no pensaba en otra cosa que no fuera acariciar la piel bronceada de Eloise. En ningún momento ella hizo un gesto que pudiera dar a Antoine una esperanza en ese sentido, es más, la conversación fue superficial y vana, como venía siendo habitual en los últimos encuentros en solitario, sin embargo, Antoine veía en el paseo y la cena compartidos, la promesa de una noche interminable y conciliadora.
Para terminar la velada brindaron con champagne y volvieron a casa en taxi.
Durante toda la noche Eloise quiso decir algo importante pero no pudo o no supo.
Cuando llegaron a casa ella se puso un pijama de verano mientras Antoine entraba en el baño, para cuando salió vio que ella dormida ya, como tantas otras veces, sonreía saludando a sus sueños.
Después de dar muchas vueltas en la cama Antoine pudo por fin dar las buenas noches a Morfeo quien se percató enseguida del amargo sabor de boca que le habían dejado los besos imaginados en la piel de Eloise.

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