Eligieron sentarse fuera, en un velador próximo a una enredadera de bouganvillas anaranjadas.
Antoine estaba exultante, pletórico al poder mirarse en los ojos de Eloise, al sentirse prematuramente ganador de una noche de caricias y arrumacos. Jamás hubiera podido imaginar que mientras por su mente volaban estos pensamientos, los motivos que les habían llevado hasta allí eran totalmente diferentes.
Para terminar la velada brindaron con champagne y volvieron a casa en taxi.
Durante toda la noche Eloise quiso decir algo importante pero no pudo o no supo.
Cuando llegaron a casa ella se puso un pijama de verano mientras Antoine entraba en el baño, para cuando salió vio que ella dormida ya, como tantas otras veces, sonreía saludando a sus sueños.
Después de dar muchas vueltas en la cama Antoine pudo por fin dar las buenas noches a Morfeo quien se percató enseguida del amargo sabor de boca que le habían dejado los besos imaginados en la piel de Eloise.
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