El mar inmenso y bravo se aproximaba a nuestros pies insignificantes mientras una bóveda cuajada de estrellas no servía como escenario.
Estabas callado mirando el infinito gris de la noche, estabas callado pero tus ojos mimetizados con la luz de la luna en el agua, lo decían todo.
En medio de la noche de verano, un banco, elemento discordante en la naturaleza, nos permitió aislarnos de lo mundano, asomándonos otra vez al océano, infinito en música, infinito en besos.
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