Traduciendo los sentimientos

miércoles, 8 de agosto de 2012

TAN LEJOS, TAN CERCA


Sólo ella sabía que lo que en realidad le apasionaba era reunirse con sus amigas. Podría parecer un pasatiempo algo manido, donde las críticas a diestro y siniestro, fluirían, sin duda, en sus bocas. Sin embargo, el momento que más le gustaba a ella era ese en que podía contarles cuánto lo quería y cómo lo extrañaba a pesar de que llevaban varios años en esa situación en la que él por motivos de trabajo debía pasar fuera de casa largos periodos de tiempo.

Todos los días a las veintidós horas salía de su casa.  Paso ligero, ropa deportiva y el móvil en la mano.
Llamaba la atención su vitalidad, la manera de sonreír al dar la vuelta a la esquina, allí donde su casa ya no era visible.
Tan absorta iba en sus pensamientos que no se daba cuenta de que todos los ojos del vecindario, estaban puestos en ella.
Su marido no estaba, motivo suficiente como para que todos pensaran que en vez de ser una Penélope de su tiempo, se lanzaba a tener aventuras tomando el papel de Ulises y dejándose atrapar por cualquier sirénido que saliera a su paso.
A ella, lo que la llenaba de vida era deleitarse pronunciando su nombre, mientras sus amigas la miraban entre incrédulas y envidiosas.
Cada noche a su vuelta, después de haberse separado de sus ellas, recibía una llamada telefónica y los susurros y las confidencias se eternizaban en la noche.
Mientras las amigas tomaban café preguntándose por qué no asistía nunca a los desayunos, ella se desperezaba con una sonrisa en los labios y un brillo de eterna adolescente en los ojos, dispuesta a compartir otro día con el hombre al que amaba en la cercanía del corazón.

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