Era una noche estrellada y había luna llena. El amigo le dijo que cuando todo sucediera se pondría de su parte y nunca lo dejaría sólo. El Hombre sabía y así se lo hizo saber, que antes de que el gallo cantara una vez, él lo habría negado tres.
¡Qué decepcionante debió ser! quizá lo miró para cerciorarse de que era él y no otro el que afirmaba no conocerlo de nada.
Quizá lo miró porque reconoció su voz aunque la disfrazaba de miedo al saberse reconocido como amigo del apresado.
Como hoy, ninguna voz se alzó lo suficiente para impedir la muerte de un inocente. Cómo hoy, prefirieron que un delincuente estuviera libre, antes de reconocer que se habían equivocado.
Cuando el cielo se rasgó y la luz de los relámpagos iluminó el crucifijo debieron sentirse terriblemente asustados, inmensamente pequeños de saberse viles hombres en busca de sangre inocente.
Como hoy, quedó impune el ladrón y asesino y perdió la vida el que pensaba distinto, el que enseñaba distinto, el que amaba distinto.
No puedo imaginar el dolor que sentiría si una lanza me atravesara. Nunca he sufrido tanto.
Ojalá nunca tenga que sentir en mi carne, ni en mi corazón, la traición de los amigos, el silencio de los familiares, el peso de una Cruz que me doble en altura y grosor, el látigo del soberbio y del envidioso, la mirada lujuriosa... pero si alguna vez ocurriese, que sepa aceptar el cáliz como un día lo aceptó ese Hombre.
¡Qué decepcionante debió ser! quizá lo miró para cerciorarse de que era él y no otro el que afirmaba no conocerlo de nada.
Quizá lo miró porque reconoció su voz aunque la disfrazaba de miedo al saberse reconocido como amigo del apresado.
Como hoy, ninguna voz se alzó lo suficiente para impedir la muerte de un inocente. Cómo hoy, prefirieron que un delincuente estuviera libre, antes de reconocer que se habían equivocado.
Cuando el cielo se rasgó y la luz de los relámpagos iluminó el crucifijo debieron sentirse terriblemente asustados, inmensamente pequeños de saberse viles hombres en busca de sangre inocente.
Como hoy, quedó impune el ladrón y asesino y perdió la vida el que pensaba distinto, el que enseñaba distinto, el que amaba distinto.
No puedo imaginar el dolor que sentiría si una lanza me atravesara. Nunca he sufrido tanto.
Ojalá nunca tenga que sentir en mi carne, ni en mi corazón, la traición de los amigos, el silencio de los familiares, el peso de una Cruz que me doble en altura y grosor, el látigo del soberbio y del envidioso, la mirada lujuriosa... pero si alguna vez ocurriese, que sepa aceptar el cáliz como un día lo aceptó ese Hombre.
3 comentarios:
una lindura esta entrada, beso
Gracias por tu apoyo incondicional. Palabras como las tuyas me animan a seguir escribiendo cada día. Deseo que estés pasando unos bonitos días. Besos
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