Traduciendo los sentimientos

jueves, 9 de mayo de 2013

TU AUSENCIA



TU AUSENCIA

Al despertar sintió como si su cuerpo no le perteneciera. Con la sensibilidad a flor de piel tuvo sensaciones desconocidas e inquietantes. El fluir de los jugos de su estómago, las palpitaciones del corazón en sus ojos, el galopar del oxígeno entrando en sus músculos y hasta las comunicaciones de sus fibras nerviosas. Sintió miedo y mucho frío pero lejos de amedrentarse se puso en pie de un salto y buscó su traje amatista, despeinó sus rizos con sus manos y se calzó sus zapatos esmeralda.
El sol la acompañó mientras, sentada debajo del roble centenario donde tantas veces le leyera su esposo, rememoró besos y versos que salieron de sus bocas. Se recreó en la ensoñación de su rostro, ahora ausente, perdido en algún lugar no cartografiado, librando batallas, acatando designios de la vida.
Un golpe brusco, insolente, del aldabón sobre la vasta puerta, la sacó de su ensimismamiento. Detrás de un criado con librea, un emisario de sombrero emplumado portaba una misiva sucia y lacrada.
La sensibilidad se acrecentó en ella y todas las sensaciones extrañas que tuviera en la mañana se concentraron en una carcajada nerviosa y cantarina.
Tanto papiro y una sola y mágica palabra: MAÑANA

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