Traduciendo los sentimientos

martes, 14 de mayo de 2013

¿PASARÁ TAMBIÉN EN FINLANDIA?

El maestro llamó a la madre del chico para hablarle de su evolución. Al otro lado del teléfono una voz de mujer se presentó como la tía, que no la madre del chico. 
Al maestro no le importó en absoluto explicarle a ella las razones por las que llamaba, al fin y al cabo parecía una buena mujer, preocupada por aquel adolescente.
Revisando sus papeles, el profesor se dio cuenta por la tarde de que en la mañana había cometido error ya que en la lista había tres chicos que se apellidaban igual y él sin darse cuenta, había adjudicado cierto comportamiento al alumno equivocado con lo que decidió llamar de nuevo a esa señora para pedirle disculpas.
Sacó sus gafas del bolsillo y marcó los números meticulosamente.
Al otro lado contestó una señora. El se dirigió a ella con naturalidad, haciendo alusión a la conversación de la mañana.
La voz le aclaró que ella era la madre del chico y que aunque era su hermana la que ahora se encargaba de él porque ella tenía una nueva familia, también quería enterarse, cómo no, de la trayectoria de su hijo en la escuela.
El profesor, descolocado explicó como pudo el error a la vez que escuchaba un llanto de niño pequeño en la distancia.
La madre se despidió agradecida asegurando que pasaría el recado a su hermana.
Antes de recoger la libreta de teléfonos y direcciones pensó que sería bueno llamar al padre de otro alumno que últimamente estaba presentando un comportamiento inadecuado.
Buscó el número y después de marcar esperó pacientemente. 
Levantó el auricular una señora que antes de que él hablara le dijo que creía que acababa de hablar con él.
El pensó que despistado, había vuelto a marcar el mismo número.
No, no, le aclaró ella, es que yo soy la pareja de su padre. Le dio las gracias y dijo que haría partícipe a su padre y también a su madre de lo que le había comunicado. 
El maestro cerró los ojos mientras ella le contaba la historia completa.
No estoy regularmente con mi hijo porque no puedo atenderlo al tener otros más pequeños a los que atender, frutos de mi actual relación. A mi hijo lo cuida mi hermana. Nos ayudamos.
Por otra parte, colaboro con mi actual pareja en la educación de los hijos de él, para que no tenga tanta carga.
La mujer se despidió sonriente con la promesa de pasar por la escuela en cuanto pudiera.
El maestro antes de recoger su libreta anotó en una esquina.
 
"QUÉ PAPELÓN"

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