Trasciende
la troposfera y purificando el aire viciado de la ionosfera, me colma de
auroras boreales y me protege del viento
solar.
La mayor
tormenta en la que me he visto envuelta se gestó el día en que chocaron
impetuosamente nuestras bocas y con ellas un cúmulo de sentimientos y deseos
anudados se enfrentaron arrancando un
susurro atronador del fondo de nuestros cuerpos.
Mi tormenta tiene nombre propio y voz cálida. Me fascina exponerme, descalza y desnuda, y que toda su carga eléctrica en un segundo
me atraviese para luego, hacerse
intemporal.
Sobre la
cima más alta, somos viento racheado y energía luminosa que rota sobre un eje.
Sublime es el
momento en que dejamos de ser materia para convertirnos directamente en
vapor y formando una nube colmada de
rizos castaños nos hacemos indivisibles y neutros.
Después,
cuando la tormenta cesa, la estancia se oscurece y abrazados soñamos la Tierra.
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