Traduciendo los sentimientos

domingo, 13 de abril de 2014

SIN FECHA DE CADUCIDAD

Se levantó de un salto. No desayunó, ni se duchó.  Tampoco fue al trabajo.
Vació los cajones de su mesita de noche y examinó  impulsivamente su escritorio.
Libros, cuadernos y folios volaron por el aire y conformaron una alfombra extensa que pisoteó sin pudor.
Ya en el salón desvalijó literalmente las estanterías. Entre sus manos, las páginas se movían tan deprisa, que las letras escritas parecían tener vida propia.
Su madre, que la vio desbaratar el orden,  sintió temor y con ternura y  palabras bien escogidas, trató de disuadirla de su empeño.
Negó dos veces, lenta, pausadamente. Sus ojos ausentes empleados en radiografiar cada página no revisada.
Ignorando la voz y su contenido, se zafó  del abrazo protector, para correr hacia el único lugar o explorado, una habitación vacía de vida y repleta de estantes.
Sentada delante de una caja con olor a madera húmeda  escudriñó los viejos apuntes de Anatomía, Fisiología y Estadística. Su corazón ralentizado  y su pelo encaneciendo por minutos.
A punto ya de encontrarse cara a cara con la noche, su mejor sonrisa iluminó un renglón del texto escrito.

Con letra pequeña y singular, un TE QUIERO emborronado, colmó de felicidad su alma desvalorizada.

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