Traduciendo los sentimientos

martes, 18 de enero de 2011

EL SUR EN EL QUE VIVO

Te diré amigo que hoy el Sur gozó de un sol espléndido, después de desprenderse del aire gélido y la neblina húmeda que trata de vencerlo en estas mañanas de invierno, bueno, al menos eso ocurre en el Sur en el que me muevo. Es gozoso salir del trabajo y encontrarse de frente con el astro rey que te doblega como siempre que él quiere y te despoja de las prendas más superficiales. Abrigo, gorra y casi jersey en la mano para tomar, de forma cómoda, el camino a casa. Antes, el cigarro de la conversación de final de jornada, no el que yo fumo que no he fumado nunca, sino el que de forma pasiva se hace presente. Malos tiempos para los fumadores, o quizá sean buenos, dependerá del cristal con el que se mire.
Atascos en la capital, gentes que llevan la prisa implícita en su vida, trayectos zigzagueantes impuestos por los semáforos de doble dirección, interrupciones por los aparcamientos en doble fila... al final, después de una larga avenida, un giro casi peligroso a la izquierda y la puerta de la cancela se abre. Fin de trayecto.
Acabó la jornada laboral y empieza la tarde. Voy a la cocina y traigo el plato humeante a la mesa y mientras como no pienso o tal vez pienso demasiado o quiero no pensar y concentrarme en lo que como, así no alimenta la comida, escucho en una voz que me transporta a la niñez. Y sigo comiendo. Aquí en este Sur donde estoy no hay MAR pero hay parques, lo que ocurre es que a veces los parques están vacíos o demasiado llenos y deambulo por la casa y miro el reloj y es temprano para unas cosas y tarde para otras. Céntrate, me digo, céntrate y disfruta el momento. Cojo un libro entonces o pongo música según el día y la circunstancia. He mirado por la ventana mil veces tantas que el sol ha acabado sonrojándose por mi mirada insistente y le ha dicho a la luna que venga ella y lo releve, obediente, la luna empieza a hacer acto de presencia y está bella, redonda y casi plena, mostrándome su cara más afable, aquella en la que asiente y me comprende.
Alrededor de las seis una brisa fresca y renovadora ha entrado en la casa, no se por donde entra cada tarde, porque todo está cerrado en estos días, sin embargo, llega y me encuentra envuelta en música de jazz o tango. La hora mágica, la del sándalo y las velas encendidas, la de las mariposas en el alma, la de la luz en los ojos y las nubes de algodón en el pelo.
En este Sur en el que vivo y al que miras, por la mañana se despierta una mujer que a decir de muchos no tiene grandes esfuerzos que hacer para esbozar una sonrisa. En este Sur que habito, cada noche cierra los ojos una mujer agradecida que se acuerda bien de todos los seres queridos que pueblan su paisaje en el devenir de los días.
Aquí no hay MAR para dar un paseo, pero siento su bruma y su grandeza en los paseos de los que como tú, amigo, pueden disfrutar de su belleza cada día.

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