Traduciendo los sentimientos

martes, 8 de octubre de 2013

TODO EN SU MOMENTO

En los próximos tres días no esperaba a nadie.
Se aseó, se puso su mejor camisón y con su libro de poemas decidió  esperar a la muerte. Era una noche inigualable para tener una cita con ella. Estaba en paz con el mundo y consigo misma.
El cuco proclamaba a voz en grito que eran las tres de la madrugada cuando lo recordó: ¡Era el día de su aniversario de boda!
Cada año  hacía las tortitas preferidas de su ya difunto marido y luego iba al cementerio y las comía frente al panteón familiar donde podía leerse “Revolveré el cielo en cuanto llegue. Todo con tal de encontrarte”
¡Era un despiste imperdonable! Se levantó con la agilidad de una colegiala y en la cocina preparó una masa compuesta de leche, huevos, harina, almendras, azúcar, canela y anises. Para cuando estuvo horneada, ella estaba dando cabezadas contra la mesa.
Antes de salir con las tortitas y, contra todo pronóstico, llamaron a su puerta. Ella que no esperaba a nadie arrimó su ojo a la mirilla y alcanzó a ver al portero que no traía buenas noticias. Durante la noche, su vecina y amiga, la señora Elena, había recibido la desagradable visita de la muerte.


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