Traduciendo los sentimientos

jueves, 27 de octubre de 2011

BESOS Y MÁS BESOS

Hace ahora un mes que bailábamos en el castillo para culminar un bello día de cumpleaños ¿recuerdas? dejamos que los ratones se acostaran y decidimos utilizar la calabaza para hacer una sopa de verduras redondas. Cada día desde entonces hemos danzado al son de los avatares cotidianos, nos hemos acostado temprano para reponer energías, hemos extraído el humor de donde a veces no lo había para dar una chispa renovada a la vida, pero sobre todo, nos hemos besado: en las calles, en la semillería, en el coche y en el ascensor. Nos hemos besado al amanecer, antes de que el despertador nos diga que el día llega con toda su rutinaria retahila de tareas. Nos hemos besado en la sobremesa, para diluir el sopor que da la digestión y estremecernos con la chispa que eriza la piel y nos conmueve; nos hemos besado en la tarde, hoy por ejemplo, en una tarde preciosa de otoño, empañada como estaba por las cosas que a veces suceden y nos hacen ver que la vida es efímera, es por eso tal vez que nos hemos asomado a la naturaleza y allí hemos querido besarnos, contemplando un espléndido cielo salpicado de grises diversos, oscuros, claros e intermedios, en cada gris un blanco, un rosa o ambos y en cada rosa un blanco o un gris. Infinitas rayas horizontales difuminadas en la atmósfera de octubre, cubriendo la cima de la montaña. Cayendo en picado sobre el valle, el sol decía su adiós a un día plagado de inquietud y nosotros lo hemos despedido, como no, con un BESO.

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