Traduciendo los sentimientos

lunes, 22 de abril de 2013

PAPÁ

Me preguntaba hoy, mientras las olas iban y venían ajenas a mis pensamientos, mientras permanecía
sentada en un banco en medio de todo y de nada, me preguntaba, qué querría haber sido mi padre si no hubiera tenido que ser mi padre.
Me preguntaba qué ilusiones tendría cuando era un niño que ya trabajaba. Un niño alegre al que le gustaba el queso. Llegó una imagen tierna de su rostro infantil. Otra más de su rostro adolescente, con sus pantalones de peto y sus pies sobre los pedales de una bicicleta. Vino una imagen más, una en la que paseaba con mi madre por un idílico e histórico puente de piedra... luego, toda las imágenes en libertad desaparecieron y se llenaron de alocadas voces de niños. Nosotros, sus niños.
Se acabó la paz. Se acabó el descanso. Se impuso el trabajo y olvidarse de él mismo para pensar en bocas que alimentar y en cuerpos que vestir. Me preguntaba, allí sentada en el banco, mientras la brisa alborotaba mi pelo y el sol calentaba mis brazos, qué habría sido mi padre de no haber sido mi padre.
Un muy avispado matemático, seguro. Se le hubieran dado bien las manualidades, de eso no hay duda. Habría hecho lo que hubiese querido y, sin embargo, sólo trabajó, mucho, durante un número infinito de años para que, mientras él tuviera cinco dedos en cada mano, nosotros no tuviéramos que hacerlo.
Me preguntaba, mientras la gente iba de un lado a otro en busca de una cerveza fresquita, cuántas dejó de tomar él para proveernos de lo básico.
Cuando me levanté del banco para tomar el camino de vuelta, quise encontrármelo en el paseo y abrazarlo, quise decirle que es un padre muy generoso y siempre atento a cuánto nos ocurre. Quise besarlo muchas veces y preguntarle si alguna vez echó en falta que le preguntásemos qué hubiera querido hacer que no hizo, si echó en falta algún beso al volver del trabajo. Quise decirle, cuánto significa en mi vida.
Creo que lo habrá escuchado pero, por si acaso el tiempo le ha arrebatado la capacidad de escuchar en la atmósfera, ahora, cuando me vaya a la cama, se lo susurraré al oído mientras me duermo, mientras él ajusta su despertador, como si tuviera que levantarse a una hora concreta para seguir velando por nuestra seguridad.

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