Traduciendo los sentimientos

martes, 10 de septiembre de 2013

LA VIDA PASA POR UN CAMINITO DE TIERRA

Le producía intriga el devenir de la mujer por el caminito de tierra, tan arregladita, con su medalla, sus zarzillos de oro en las orejas y su pelo bien atusado. No era la curiosidad o el cotilleo una característica arraigada en ella pero realmente, este hecho la intrigaba.
Una tarde se aventuró a seguir a al mujer. Llevaba sus auriculares bien ajustados, para que la señora pensará que iba en lo suyo, escuchando su música y ciertamente que la escuchaba pero lo que no quería era perderla ni un momento de vista.
Al cabo de un rato y como era lo esperado, tomaron el camino de tierra que dejaba ver una señal de fin de término municipal y una delante y otra detrás caminaron levantando el polvo y haciendo huir a los saltamontes. Una legión de escarabajos les hacían de guardaespaldas.
Nunca antes había caminado por aquel sendero y le pareció interminable el paseo. En el trayecto pudo percatarse que muchas personas lo frecuentaban: matrimonios de edad avanzada, amigas que caminaban a paso ligero para no acumular el excedente en las caderas y hombres en bicicleta. Parece que la aventura no iba  a serlo tanto. 
Detrás de un recodo del camino, un gran edificio se asomó rompiendo la linealidad del paisaje. La señora abrió una gran cancela y entró, en el patio cuajado de verde, otra más anciana agitó con energía sus brazos. Era una residencia de mayores a donde iba cada tarde arreglada como si fuera de fiesta. Su amiga de pelo gris y columna encogida la esperaba. 
-Date prisa - escuchó que le decía- la vida pasa.

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