Traduciendo los sentimientos

domingo, 29 de septiembre de 2013

EL HOMBRE DE AGUA

El hombre de agua nació un día en que pares e impares se mecían en una balanza.
En el cielo una luna más que llena esperaba expectante su llegada, ni siquiera el primer paso humano, aún reciente,  sobre su suelo polvoriento, consiguió tal despliegue de belleza.
El hombre de agua creció y adquirió una voz cristalina en la que se reflejan,  su condición de nobleza, su generosidad y su abnegación.
El hombre de agua tiene una mirada profunda y puedo navegar en el interior de sus ojos, en los que me pierdo cuando me mira.
En el movimiento de su boca carnosa se adivina el ímpetu del viento y el frescor del mar, el jugo de la remolacha y la embriaguez de la uva fermentada.
Su cabello,  castaño e indómito, enmarca su rostro esculpido en alabastro rosado y, en su barbilla permanece  el hendido de la huella de un pulgar de su creador.

El hombre de agua es todo amor, amor del que engrandece, amor del que no pide a cambio, amor del no posesivo, amor del de verdad.

No hay comentarios: