Traduciendo los sentimientos

domingo, 14 de octubre de 2012

LLEGÓ, VIÓ Y VENCIÓ

Vino la muerte y no llamó a la puerta. Atravesó las paredes de su casa y se instaló en su interior.
Al principio no se dio cuenta pero luego, a medida que transcurrían los días sentía que su aliento era más tenue y su piel más blanquecina. Miró en el espejo su extrema delgadez y recogió del lavabo un número importante de cabellos, frágiles y descoloridos.
No era su amiga pero no tenía más remedio que aceptarla si no quería que ella se ensañara con él.
Así, en simbiosis, vivieron aún un tiempo. Disfrutaron de largos paseos por la Paseo de Gracia y rieron a carcajadas con chistes inventados.
Una tarde de noviembre, tiempo de escorpiones y noches largas y húmedas, se encaprichó la muerte de otra vida y abandonó el cuerpo exhausto sobre una cama de hospital.
Ya, antes, se habían despedido. Ella se fue y él quedó acompañado por el silencio y las lágrimas.

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