Traduciendo los sentimientos

jueves, 18 de octubre de 2012

QUÉ SENSACIÓN MÁS EXTRAÑA

Que sensación más extraña volver a casa, tan tarde y no encontrar a nadie esperando. Se quitan hasta las ganas de ir a dormir. Pones el televisor y ves como se suceden las imágenes, las figuras que se mueven, las marcas publicitarias que se repiten y la luminiscencia de los colores en perpetuos fogonazos sobre la puerta de cristal del mueble bar.
Qué sensación más extraña ir a la cocina y sentir que no hay nada que te apetezca comer. Vuelves con un plato ligero, por el contenido y por la rapidez con que lo has preparado y te sientas de nuevo frente al televisor. No eres consciente de la hora, miras el reloj, una vez, luego otra y al final no sabes que hora marcaba, sobre todo porque no tienes reloj.
Qué más da si estás sola en la casa. Si todo está silencioso y los seres que amas están dormidos o están lejos.
Qué sensación más extraña empezar a morder el pan y sentir que no sabe igual que otras veces, sentir que sabe a vacío y a ausencias. Qué diferente del pan que está lleno de vivencias y de palabras con distintos timbres y tonalidades, ese que comía en casa de mis padres, ese que comía con mis hijos, ese que como contigo...
Hoy todo es muy extraño. Menos mal que ya es miércoles, estamos en la cima y... no estoy sola, alguien me ama en la ciudad, aunque la ciudad esté ahí, a unos kilómetros de ésta donde hoy me siento extraña y me sobrepasan las ausencias.

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