Traduciendo los sentimientos

miércoles, 24 de octubre de 2012

SIEMPRE EL MAR

A la vuelta, me he parado en la playa. En esa roca donde dejamos la ropa antes de zambullirnos, estaba ya la luna que iba y venía acomodada en las olas.
Qué suerte ser luna y mecerse en el mar a su antojo. Qué suerte ser luna y tener una panorámica tan amplia, poder escudriñar azoteas y ventanas y encontrarnos. 
Extasiada en la contemplación del horizonte no me di cuenta de que yo, era la única presencia humana en el lugar. Ni una voz, ni una sombra. Las hamacas reposaban vacías contra los árboles y el hotel estaba oscuro como la noche. 
Me he sentido pequeña e insignificante en un entorno colmado de tanta belleza. Me he sentido muy grande al respirar el oxígeno de los azules confundidos en el horizonte.
Aún me he quedado un rato, absorta en mis pensamientos existenciales, mojando mis pies, escuchando tu risa en el rompiente.

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