Eso dijo mientras le tatuaba las letras en inglés sobre la espalda. El hombre, boca abajo, dejó escapar una suspiro. Él no supo si le causaba dolor la aguja o era sólo una forma de renovar el aire en su cuerpo.
Mientras hacía su trabajo su mente estaba lejos, pensaba ya en el siguiente dibujo, en como lo plasmaría en el papel.
Pasaba tantas horas dibujando que si hubiera que ponerlas en una balanza se rompería el eje por la mitad, cayendo el platillo como un peso muerto sobre el suelo.
No tendría tres años aún cuando empezó a hacer sus pinitos con el lápiz. Caras ovales enormes con ojos pequeños , bocas sonrientes y cabellos de infante, tres a los sumo. Nunca les faltaron las orejas ni un pequeño cuerpo provisto de toda su vestimenta.
Creció sin lápices de colores, había tantas ideas en su cabeza, tantos dibujos por hacer que no podía perder el tiempo en tonterías y colorines.
Autodidacta y perseverante. La púa de su lápiz adelgazaba a la vez que engordaba el callo de su dedo.
Despistado y caótico con su entorno, ordenado y meticuloso con sus obras.
Genial y locuaz en la multitud, sensible y silencioso en la intimidad.
Así eres y así te quiero.
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