
Un sinfín de pensamientos atropellados recorrían de lado a lado mi cuerpo exteriorizándose en el rubor de mis mejillas.
Sonreíste curioso y acariciaste mi pelo. En tu mano viajaban implícitos el sentimiento y la complicidad. Supe, al observar tus labios que también tus pensamientos te hacían vibrar aunque tu pulso no te delatara.
Elevamos las copas e hicimos que chocaran tímidamente, para no alterar las notas del piano, para mantener nuestra pasión a salvo de miradas ajenas.
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